«El prisionero del cielo» (2011), de Carlos Ruiz Zafón: Una novela «subrepticia»

Esta no pretende ser una crítica en el sentido literario del término, sino en el sentido más etimológico (y visceral, si cabe) del término. Hablaba ayer de El prisionero del cielo, de Carlos Ruiz Zafón. Que estas palabras puedan resultar en nuevos potenciales lectores del autor catalán no es algo que me preocupe lo más mínimo, pues no es mi intención restarle lectores. No voy a mostrar tampoco mi descontento o malestar por haber ocupado en torno a seis horas de mi tiempo en haber leído las 379 páginas (aunque en realidad empieza en la número 21, casi todas las anteriores están dedicadas a realzar las virtudes de las dos novelas antecesoras) que componen la tercera entrega de la «tetralogía» sobre El cementerio de los libros olvidados. Tampoco voy a decir que Zafón se ríe de sus posibles lectores en esta entrega (pero casi, casi, con todo el respeto el mundo).

En fin, vale que estamos ante un potencial best seller, y todos sabemos lo que es un best seller. Vale que el precio de los libros es el que es (23’76 en este caso; y ojo, en libros impresos solo se añade un 4% de IVA). Vale que Zafón no necesita publicitarse (aunque la presentación de sus libros, con book trailer incluido –ver vídeo–, se lleven a cabo al más puro estilo «Jolibud» ). Etcétera, etcétera. Lo que no valen son otras cosas, a saber:

  • La sinopsis del libro (la que puede leerse en la contraportada) no se corresponde en absoluto con el contenido del mismo. El tal inquietante personaje que visita la librería de Sempere y amenaza con desvelar un terrible secreto que lleva enterrado dos décadas en la oscura memoria de la ciudad no resulta ser tal. De hecho, el tal personaje no amenaza con desvelar ningún terrible secreto (¿Habrá que esperar a la cuarta parte?), si es que a lo que acontece puede llamársele así. De hecho, al supuesto tal solo le falta «irse de cañas» con el supuestamente tipo amenazado, fuera ironías.
  • La duración del libro me parece escandalosamente irrisoria. Sus supuestas 379 páginas se encuentran enmarcadas en un tamaño de letra cuyo único objetivo es hacer pasar por un libro extenso lo que no es una lectura de más de 5 o 6 horas (8 a lo sumo). Solo hay que comparar el número de páginas y el tamaño de la tipografía de La sombra del viento para saber de lo que hablo. Con todo, no, no me arrepiento de su lectura.
  • Más allá de que nos pueda gustar más o menos la historia, el final me parece un auténtico insulto a la inteligencia (ignoro si al buen gusto). Zafón, al menos en esta novela, creo que no ha entendido el concepto de clímax. Simplemente, no hay final . Y lo peor: el supuesto final solo va encaminado a que el lector de su, por ahora trilogía, no haga otra cosa que comprar su cuarta e, imagino (¡imagino!), único y verdadero clímax de la anterior farsa. Conclusión: menos perras en los bolsillos de su lectores, más en las suyas propias.
  • Cualquier escritor debería estar al corriente de las últimas actualizaciones de la RAE (ver tilde en los demostrativos, por ejemplo).
  • Por último (por finalizar, no porque no tenga más peros que sacar a relucir, sino porque unas oposiciones me esperan), subrepticia (o subrepticiamente) no es una palabra de la que se deba abusar en demasía en ninguna novela (aunque este sea el menor y más chistoso de lo males).

En fin, me gustó (y mucho, a pesar de su condición de potencial best seller, con todo lo que ello supone) La sombra del viento. el juego del ángel me resultó un giro argumental propio de alguien que solo pretender vender más y más aunque, con todo, y pese a no estar al nivel de su antecesora, se dejaba leer. El prisionero del cielo, sinceramente (y aunque no me llegue a arrepentir de su lectura), me parece una novela realmente pobre en contenido, en muy pocas palabras.

Con todo (y pese a todo), os recomiendo a los que (y a las que) no lo hayáis hecho leáis La sombra del viento. Nadie es perfecto, Zafón, y suerte en su próxima entrega, pero, de momento, no cuente conmigo como lector potencial.

Carlos Fabra «El Susodicho»

Imagen: Manel Fontdevila

Imagen: Manel Fontdevila

Pequeña-gran-magna escultura de veinticuatro metros («aprox») y 300.000 euros

Para ilustrar mis palabras, he preferido usar unas imágenes de Manel Fontdevila, viñetista del diario Público, en lugar de una fotografía del susodicho, por eso de dar cierto aire de respetabilidad a este mi blog. He procedido también a hacer hincapié en el título con eso de (I) a la derecha de Carlos Fabra «El Magno» porque estoy seguro de que esta no será la única ni la última vez que hable del susodicho. Y es que resulta que el susodicho, ególatra y magno (entiéndase lo de magno en sentido inverso al que otorga cualidades positivas, por favor) a la par, lleva un tiempo construyéndose una pequeña-gran-magna escultura de veinticuatro metros («aprox») situada a la entrada del aeropuerto sin aviones de la provincia (Castellón de la Plana, Comunidad Valenciana) de la que es presidente.

“El susodicho: Él (Ripollés) se ha inspirado en mi, y yo creo que no inmerecidamente, que he tenido mucho que ver con el aeropuerto, si se me permite la modestia”.

Ripollés es el otro susodicho,autor de la pequeña-gran-magna escultura de veinticuatro metros («aprox») y 300.000 euros (y quién sabe si más culpable que el primero). Sé de profesiones peor vistas y en las que, además, se cobra mucho menos. Proxenetismo de altura (veinticuatro metros, nada más y nada menos) pagado con el bolsillo de todos y todas los españoles y españolas, en una comunidad que, para más inri, es la más endeudada de toda España. Y no, tampoco el susodicho es un tipo que vaya en consonancia con el refranero popular: Los ojos son el espejo del alma. Sus ojos, dos lentes negras permanentes, lo dicen todo de él.

Cuando la miseria se convierte en reclamo publicitario

Imagen de la campaña de primavera 2012 de DKNY, con la modelo Adriana Lima como protagonista.

¿Cómo puede interpretarse esto? Me pregunté hace ya una semana cuando vi la imagen de la nueva campaña publicitaria Primavera 2012 de Donna Karan (la de las famosas siglas DKNY). ¿Es moral apostar por una imagen de una top model que cobra millones de euros al año posando con un mono verde que ronda los 1.500 euros al lado de dos personas que posiblemente lo perdieron todo en el terremoto que asoló Haití —el país más pobre de América y uno de los más pobres del mundo— en enero de 2010? Escribía hace algo más de un mes sobre otra campaña polémica, la de Benetton y el famoso beso entre Benedicto XVI y Ahmed Mohamed el-Tayebel, imán de El Cairo. Aquella campaña, aunque polémica —lo reconozco—, me gustó. Entendí su mensaje, me transmitió, supe entenderla, en definitiva.

Desde la firma estadounidense se argumenta que la campaña «infunde el vibrante espíritu de Haití con la sexy inspiración de Nueva York». Donna Karan considera Haití, además, su «pasión personal». Desde el terremoto de enero de 2010 ha viajado en multitud de ocasiones a la isla, donde tiene una fundación llamada Hope Help & Rebuild Haiti (Esperanza, Ayuda y Reconstrucción para Haití) que busca ayudar a los isleños. Todo eso me parece muy bien, perfecto. En mi opinión, la filantropía no es una mala filosofía.  De hecho, cada vez más ricos y/o multimillonarios adoptan a esta como un elemento más de su agenda. Sin menospreciar la labor de Donna Karan en Haití o de otros muchos y muchas en otras partes del mundo y por otros tantos motivos, creo que es más fácil ser filántropo  vendiendo monos verdes a 1.500 euros. No, lo siento —y lo reconozco—, no me ha gustado esta campaña. No entendí su mensaje, no me transmitió, no supe entenderla, en definitiva.

¿Qué buscamos en Google en 2011?

Que no estamos solos en esto de la Era Digital y que todo, absolutamente todo lo que hacemos en la Red, deja una huella imborrable y supone un camino de no retorno (sin el casi) lo demuestra la nueva visualización del perfil biográfico de Facebook o la pseudoaplicación Zeitgeist de Google. En el primero de los casos tenemos la opción de aportar la menor cantidad de datos posibles o aplicar restricciones a nuestro contenido (aunque si hasta Zuckerberg ha caído en su trampa) mediante la configuración de la privacidad; en el segundo de los casos solo hay una opción: desaparecer del mapa o buscar cuanta información queramos en cualquier sitio que no sea un buscador de internet. ¿La solución? Date de baja en tu compañía de teléfonos, no hay otra.

En fin, sea como fuere, y ya que estamos y nuestra huella es imborrable, siempre resulta curioso comprobar cómo se comporta el ser humano, oséase, todos vosotros y vosotras y yo. Resulta curioso, pues, comprobar cómo un banco, Bankia, se encuentra en el segundo lugar de la lista de búsquedas de mayor crecimiento en 2011 en España, con todo lo que —con razón— le está cayendo a los bancos. Las elecciones —cosa por otra parte normal— se encuentran en la primera posición de este ránking. La lista la completan:

1. Elecciones 2011

2. Bankia

3. Atrapa Un Millón

4. Whatsapp

5. Dieta Dukan

6. Juego De Tronos

7. Iphone5

8. Supervivientes 2011

9. El Barco

10. Gadafi

Si pasamos a la lista de los personajes con mayor crecimiento de búsqueda en 2011… En fin, solo puedo decir que, para gustos (en alguno de los casos), lo que sigue, de lo que personalmente entiendo el primer y el tercer puesto:

1. Gadafi

2. Pablo Alboran

3. Amy Winehouse

4. Jennifer López

5. Paula Echevarría

6. Malena Costa

7. Justin Bieber

8. Selena Gómez

9. Andy Y Lucas

10. Shakira

Poco que decir sobre las palabras más buscadas en Google en 2011 en España: Facebook, Tuenti y Youtube encabezan la lista, seguidas de Hotmail, Marca y Google (curioso sexto puesto).

Nuestra vena consumista queda reflejada en la lista de lo más buscado para comprar en 2011 y en España, nuevamente, donde sorprende el séptimo lugar de las máquinas de coser (¿una consecuencia más de la crisis?):

1. Ipod

2. Cámaras Digitales

3. Televisor

4. Consolas De Juegos

5. Impresoras

6. Frigoríficos

7. Máquina De Coser

8. Aire Acondicionado Portátil

9. Aspiradora

10. Barbacoa

Sorprendente también es la lista de lo más buscado en Google Noticias. En año de elecciones, con toda la revuelta árabe en el norte de África y Oriente Medio, desastre japonés de Fukushima vía devastador terremoto-tsunami de por medio y con el 15-M y el movimiento Democracia Real Ya en auge… Ortega Cano y su homicidio volu-involuntario es lo más buscado en España.

1. Ortega Cano

2. Libia

3. Nueva Rumasa

4. Japón

5. Marta Del Castillo

6. Fukushima

7. Gadafi

8. Democracia Real Ya

9. Elecciones Municipales 2011

10. Terremoto

Entre tantas listas sorprende ver en los destinos de viajes más buscados lo poco o nada que nos gusta nuestro país: ¡Maui Beach? ocupa el primer lugar de la lista, mientras que Eurodisney (París, Francia) y Gante (Bélgica) son los destinos más próximos a la Península.

En fin, ¿qué nos deparará 2012? Mi apuesta segura, al menos hasta mediados de diciembre, es que las palabras más buscadas en Google serán «Fin del mundo 2012», nada de «Eurocopa de Polonia y Ucrania» o «Juegos Olímpicos de Londres». Nuestra tendencia cambiante es un hecho, y si no: ¿Dónde queda Belen Esteban en nuestras búsqueda googleanas? En fin, lo dicho, «Fin del Mundo 2012». Al tiempo.

Se vende voto. Precio a convenir

Verdad o no, me parece una de las noticias más impactantes de esta campaña electoral. Y no, no es esta una noticia de los chicos de El Mundo Today.

Escribía hace unos días un post en el que hablaba de una noticia aparecida en la página de El Mundo (el de Pedro Jota, vamos) sobre el presidente de Telefónica y su muy curiosa manera de recompensar los servicios que a su persona se le conferían. Y he aquí que vuelven a aparecer los susodichos 100 euros. Esta de vez de una manera bien distinta, pues no piensen que el limpiabotas es la misma persona a la que se refiere la noticia de Abc.

En fin, la situación es tal, y tal es la manera de afrontarla: «mi voto por 100 euros», debió pensar el susodicho, Rómulo, para ser más exactos, camarero de 38 años en paro desde hace un par de ellos. Y es que, como bien dice Rómulo, la cosa está muy chunga. Y tanto. ¿Y tanto? Será para otros y otras, debió de pensar Rómulo, cuando en cuestión de horas recibió varias llamadas acudiendo en su grito de auxilio. La primera le ofreció 50 euros; la segunda, llegó a los 100. Rómulo solo tiene que acudir con el susodicho el 20-N frente a la cabina de su mesa electoral, hacerle una foto a su voto en el momento de ser introducido en el sobre, entregar el carnet de identidad y… voilà: 100 euros. Sí, parece sacado de una película de cine negro.

En 1994 paseba por el centro de Huelva. Creo que había estado de visita en el hospital porque mi abuela se encontraba ingresada. Durante años recordé día sí día no a un par de chicos de no más de 7 años que iban por la calle con su manos en alto y en forma de pistola gritando: Pistolas, 100 pesetas; pistolas, 100 pesetas. Solo espero que ninguno de esos chicos se llame Rómulo.

Se vende post: Precio a convenir.

Cuando «taxi» se convierte en palabra prohibida

Ahora son las palabras; hace unos días eran las imágenes. En fin, Pakistán (o paquistán), entre Afganistán y la India, para más señas. Pecho, condón, homosexual, taxi, puerta trasera (¡puerta trasera!), idiota, matar, violar, Satán, Jesucristo, esclavo, francotirador, escupir, flatulencia, periodo, herpes, lengua, agujero, rehén o más profundo. Las anteriores son solo algunas de las más de 1.600 palabras prohibidas por la Autoridad de Telecomunicaciones de Pakistán (PTA) vía gobierno paquistaní. A ellas se suman otras muchas –ya sí, ¡ojo!– de carácter obsceno. Corren malos tiempos para la lírica. Viene al caso, es tópico para la ocasión, pero, en fin… somos cada día más, cada día un poquito más, menos seres humanos y un poquito más autómatas, un poquito menos de nuestro planeta y un poquito más de la Inglaterra –poco importa el nombre– de 1984. El lenguaje, el lenguaje… el lenguaje, el hecho principal que nos diferencia de los animales, el que nos llevó al pensamiento (¿o fue al contrario?). En fin, una vez más, el lenguaje, cuando lo perdamos,  volveremos a lo que fuimos: dejaremos, entonces, de viajar en taxi.