Cuando la miseria se convierte en reclamo publicitario

Imagen de la campaña de primavera 2012 de DKNY, con la modelo Adriana Lima como protagonista.

¿Cómo puede interpretarse esto? Me pregunté hace ya una semana cuando vi la imagen de la nueva campaña publicitaria Primavera 2012 de Donna Karan (la de las famosas siglas DKNY). ¿Es moral apostar por una imagen de una top model que cobra millones de euros al año posando con un mono verde que ronda los 1.500 euros al lado de dos personas que posiblemente lo perdieron todo en el terremoto que asoló Haití —el país más pobre de América y uno de los más pobres del mundo— en enero de 2010? Escribía hace algo más de un mes sobre otra campaña polémica, la de Benetton y el famoso beso entre Benedicto XVI y Ahmed Mohamed el-Tayebel, imán de El Cairo. Aquella campaña, aunque polémica —lo reconozco—, me gustó. Entendí su mensaje, me transmitió, supe entenderla, en definitiva.

Desde la firma estadounidense se argumenta que la campaña «infunde el vibrante espíritu de Haití con la sexy inspiración de Nueva York». Donna Karan considera Haití, además, su «pasión personal». Desde el terremoto de enero de 2010 ha viajado en multitud de ocasiones a la isla, donde tiene una fundación llamada Hope Help & Rebuild Haiti (Esperanza, Ayuda y Reconstrucción para Haití) que busca ayudar a los isleños. Todo eso me parece muy bien, perfecto. En mi opinión, la filantropía no es una mala filosofía.  De hecho, cada vez más ricos y/o multimillonarios adoptan a esta como un elemento más de su agenda. Sin menospreciar la labor de Donna Karan en Haití o de otros muchos y muchas en otras partes del mundo y por otros tantos motivos, creo que es más fácil ser filántropo  vendiendo monos verdes a 1.500 euros. No, lo siento —y lo reconozco—, no me ha gustado esta campaña. No entendí su mensaje, no me transmitió, no supe entenderla, en definitiva.

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