1984 coplas a la muerte de Kim Jong-II

En torno a 1476, Jorge Manrique escribe una obra elegíaca en memoria de su fallecido padre, conocida como Coplas por la muerte de su padre o como Coplas a la muerte del maestro don Rodrigo. La primera de las coplas dice así:

Recuerde el alma dormida,
avive el seso y despierte
contemplando
cómo se pasa la vida,
cómo se viene la muerte
tan callando,
cuán presto se va el placer,
cómo, después de acordado,
da dolor;
cómo, a nuestro parecer,
cualquiera tiempo pasado
fue mejor.

Muchísimos años más tarde, en 1949, George Orwell publica 1984, novela distópica cuya una de sus ideas principales es la de que lo que no está en la lengua, no puede ser pensado. En su libro Mi Guerra Civil Española, Orwell (que sabía un rato sobre nuestra guerra) dijo lo siguiente:

Ya de joven me había fijado en que ningún periódico cuenta nunca con fidelidad cómo suceden las cosas, pero en España vi por primera vez noticias de prensa que no tenían ninguna relación con los hechos, ni siquiera la relación que se presupone en una mentira corriente. […] En realidad vi que la historia se estaba escribiendo no desde el punto de vista de lo que había ocurrido, sino desde el punto de vista de lo que tenía que haber ocurrido según las distintas «líneas de partido». […] Estas cosas me parecen aterradoras, porque me hacen creer que incluso la idea de verdad objetiva está desapareciendo del mundo. A fin de cuentas, es muy probable que estas mentiras, o en cualquier caso otras equivalentes, pasen a la historia. ¿Cómo se escribirá la historia de la Guerra Civil Española? […] Sin embargo, es evidente que se escribirá una historia, la que sea, y cuando hayan muerto los que recuerden la guerra, se aceptará universalmente. Así que, a todos los efectos prácticos, la mentira se habrá convertido en verdad. […] El objetivo tácito de esa argumentación es un mundo de pesadilla en el que el jefe, o la camarilla gobernante, controla no sólo el futuro sino también el pasado. Si el jefe dice de tal o cual acontecimiento que no ha sucedido, pues no ha sucedido; si dice que dos y dos son cinco, dos y dos serán cinco. Esta perspectiva me asusta mucho más que las bombas, y después de las experiencias de los últimos años no es una conjetura hecha a tontas y a locas.
El 17 de diciembre de 2011 muere Kim Jong-II, a quien wikipedia define como político y militar norcoreano, una especie de representante del eterno presidente Kim II Sung, quien, de hecho y paradójicamente, sigue siendo legalmente el presidente de Corea del Norte. Kim Jong-II era conocido como el Querido Líder o El gran dirigente. En la novela de Orwell se habla del llamado Gran Hermano. Como en la Inglaterra descrita en 1984, en la Corea del eterno presidente hay enormes retratos del líder. En Corea del Norte hay una ideología, el llamado juche; en la distopía orwelliana hay un ingsoc.
Horas después de la muerte de Kim Jong-II, miles de decenas de norcoreanos salieron a las calles de Pyongyang, capital de Corea del Norte, para llorar a la muerte de su padre político y militar. Corea del Norte es un país curioso: si quieres viajar a él no puedes andar a solas por las calles…
Me hace gracia cuando muchas personas —yo incluida— hablamos de China, Japón, Corea (del Sur o del Norte) o cualquier país del Asia oriental y pensamos en una masa uniforme. Es decir, que indistintamente tendemos a hablar de chinos, japoneses o coreanos como si de lo mismo se tratara. Vemos unos ojos rasgados, achinados, y metemos a todos en el mismo saco. En literatura, a eso se le llama sinécdoque: tomar la parte por el todo. Teniendo en cuenta la anterior simplificación, es curioso comprobar lo que les costaba llorar a los japoneses tras el terremoto del pasado 11 de marzo.
Es curioso, en definitiva, cuánto tendemos a simplificar, en general. Ocurre en todos lo ámbitos de la vida, incluso en este artículo. Me atreveré a decirlo: Es curioso el llanto por la muerte de Kim Jong-II.

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