En el único papel que llevaba encima —un recibo del pago del mes de mayo de 1935 por valor de 10 pesetas de la Academia Orad, situada en el número 3 de la madrileña Carrera de San Jerónimo, donde estudiaba Juan Ramírez de Lucas—, cuando ambos viajaban hacia Córdoba, dedica Federico García Lorca a su amor —el propio Ramírez de Lucas: ¿acaso el último?— las palabras de más abajo:
—
Aquel rubio de Albacete
vino, madre, y me miró.
¡No lo puedo mirar yo!
Aquel rubio de los trigos
hijo de la verde aurora,
alto, sólo y sin amigos
pisó mi calle a deshora.
La noche se tiñe y dora
de un delicado fulgor
¡No lo puedo mirar yo!
Aquel lindo de cintura
sentí galán sin…
sembró por mi noche obscura
su amarillo jazminero
tanto me quiere y le quiero
que mis ojos se llevó.
¡No lo puedo mirar yo!
Aquel joven de la Mancha
vino, madre, y me miró.
¡No lo puedo mirar yo!
—
Para más información:
- «Un poema inédito desvela el último amor de Lorca»: http://cultura.elpais.com/cultura/2012/05/09/actualidad/1336592315_908655.html
- «Carta: ‘Querido Juan, es preciso que vuelvas a sonreír…'»: http://cultura.elpais.com/cultura/2012/05/09/actualidad/1336592881_755639.html